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20 juillet 2009

La narrativa de Guillermo Fadanelli

Hace unos diez años leí un relato provocador y visceral que se llamaba "Maizena de fresa", en un antología de jóvenes narradores mexicanos; de todo el volumen, fue la única prosa que ya tenía un sello personal inconfundible y que se iría decantando con el paso del tiempo. Calificado como un representante del "realismo sucio", Guillermo Fadanelli (1963) merece una lectura menos apresurada de lo que ya empieza a conformarse como una obra sólida y considerable. Lo primero que sorprende en este escritor es el estilo "lacónico y contundente", las frases lacerantes y arteras que condenan el destino de los personajes con tres palabras. " Se había jodido", dice el narrador en uno de sus relatos a propósito de la guapa de barrio burlada por el futbolista triunfador.




En La otra cara de Rock Hudson (1997), Fadanelli plantea el proceso de identificación de un adolescente con un matón de barrio. La figura del doble rige la estructura de esta novela tendida como un arco hacia la repetición – borgiana – del destino y de la pareja incestuosa que conforman Johnny Ramírez y su hermana. Fadanelli se inscribe en la línea trazada por el José Agustín más contracultural, pero su mirada carece de la frescura de éste, Fadanelli se detiene sin humor en todo lo que se pudre, lo que se quiebra, lo que hiede. Esa misma mirada implacable crea imágenes tan inauditas como desencantadas. Los productos y los deshechos de la sociedad de consumo cobran en sus relatos un simbolismo particular porque son el signo de la vulgaridad y la facilidad engañosa de la vida contemporánea.
Así, los personajes de Compraré un rifle (2004) son a menudo citadinos fracasados, resentidos, siempre solitarios y a menudo obsesionados por la falta de dinero. La angustia del fin de mes o del refrigerador vacío es a menudo un factor detonante en varios relatos, y aparece como leitmotiv en su novela más ambiciosa, Lodo (2002), donde el filósofo narrador constata con amargura "Una hora de discernir acerca de filosofía moral era equivalente en el mercado a una pizza de chiles verdes: ¡pinche libre mercado! ". Acerbo y sin concesiones, Fadanelli recrea en ésta la mediocridad de un profesor de filosofía que descubre su madera de héroe al enamorarse de una cajera de veinte años, por la que está dispuesto a todo. Pero no hay sentimentalismo alguno, Torrentera disecciona desde la celda en que está confinado por asesinato, la cruda vulgaridad de la situación en que se ha metido por pura hambruna sexual. El cinismo es una de las actitudes recurrentes en los personajes de Fadanelli, a través de preguntas demoledoras "¿Acaso no somos la concreción de un chorro de leche que lanza un pene enloquecido?" o de aforismos no menos aterradores " Los padres siempre quieren lo peor para sus hijos, porque lo peor es lo único que dura".



Por su parte, Educar a los topos (2006) es una novela de formación escrita casi literalmente con las tripas, como el episodio en que los condiscípulos del protagonista destazan unos conejos que iban a diseccionar en clase de Biología, para luego lanzárselos en una guerra de vísceras sanguilonientas. Comprendemos que el cinismo del protagonista se origina en su repugnancia ante la crueldad y la estupidez humanas, que conoce al ingresar en un colegio militar. Como Octavio Paz decía que el Marqués de Sade era un moralista al revés, la obra de Fadanelli se sitúa en el terreno de la ética. La falta de moral de los personajes de Fadanelli es significativa y probablemente edificante ya que, en mi opinión, la prosa de Fadanelli supura ira contenida, rabia y desesperación ante el absurdo circundante y la ausencia de lazos afectivos. La narrativa de Guillermo Fadanelli es editada en Francia por Christian Bourgoin.

A.L.A.

2 commentaires:

  1. Saludos desde Monclova Coahuila México, que buen blog, que bien que nos comentas lo que pasa en las letras hispanas, sobre Guillermo Fadanelli, un gran escritor del realismo sucio, solo una observación desde lo obsesivo, pusiste: “Fadanelli se detiene sin humor en todo lo que se prude, lo que se quiebra, lo que hiede” se leería mejor si dijera “pudre”.
    Saludos y en Hora buena por tus líneas.

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